El pasado fin de semana fue agradable ver que el arbitraje en Europa era más justo que en Estados Unidos: un boxeador fue a Irlanda, peleó contra una de las mayores estrellas del boxeo femenino de todos los tiempos y obtuvo una decisión.
Las mujeres han estado recibiendo constantemente la atención que merecen por los combates que están haciendo, y la decisión correcta -para Chantelle Cameron, sobre Katie Taylor- no estropeó eso. Cameron demostró el nivel de boxeadora en el que se ha convertido; puede que Taylor esté en declive, pero sigue siendo una boxeadora de alto nivel, y vencerla en Irlanda no es nada fácil.
Semana tras semana, los eventos que se celebran en Estados Unidos se ven empañados por el mal arbitraje. Devin Haney y Vasyl Lomachenko pelearon de forma impresionante en Las Vegas. Fue un combate táctico agradable, una partida de ajedrez de alto coeficiente intelectual. Si alguien me hubiera dicho que Haney intentaría ser agresivo durante largos periodos de tiempo, le habría dicho que ser agresivo no sería lo mejor para él, porque se desenvuelve mejor a la defensiva, asestando golpes cortos y contragolpes, pero llevó bien la pelea a Lomachenko.
Puedes ver perder a un boxeador de talla mundial y seguir impresionado por él, y eso es lo que sentí por Haney. Su táctica y su ejecución le dieron momentos positivos, aunque al final no me pareció que hiciera lo suficiente para ganar. Sólo en ese nivel de pelea puedes mostrar de lo que eres capaz, y él mostró cosas que no había tenido que hacer antes. Demostró que puede hacer más de lo que antes se le atribuía, pero sin más, no fue suficiente para vencer a esa versión de Lomachenko.
Que Lomachenko se ponga a prueba contra rivales que son claramente más grandes que él ya es impresionante de por sí; si peleara contra rivales de su tamaño, los vencería a todos. Podría llegar a ser aburrido verle dominar y parar a todos y cada uno de sus oponentes, como hacía en las 126 y 130 libras.
Siempre está en desventaja en cuanto a tamaño, pero verle a él y a Haney igualar habilidad por habilidad fue genial. Hubo asaltos en los que Lomachenko hizo todo el trabajo; hubo asaltos en los que Haney hizo todo el trabajo. También hubo asaltos en los que ambos trabajaron, pero en los que Lomachenko lo hizo más. Si alguien le dio a Haney esos asaltos, entonces estaba buscando una excusa para puntuarle: el buen trabajo que hizo en ellos fue lavado por Lomachenko haciendo aún más. En la última campanada había puntuado ocho asaltos contra cuatro a favor de Lomachenko. Podría haber sido posible puntuar esos asaltos tan reñidos para que Haney ganase un total de seis, pero no merecía nada más a los ojos de alguien que no se dejase nublar el juicio por querer que ganase.
Lomachenko es uno de los mejores que jamás se han puesto unos guantes de boxeo. Cualquiera que haya triunfado en el mundo amateur le dirá que triunfar allí es a menudo más difícil que como profesional. Dominó como aficionado y era tan bueno que enseguida se convirtió en aspirante y boxeador de nivel profesional. La mayoría de los boxeadores buscan el combate más fácil para ganar más dinero; Lomachenko siempre busca el combate más difícil y, en todo caso, como profesional está infravalorado.
En realidad me gustaría verlo retirarse. A sus 35 años, cada día que pasa se aleja más de su mejor momento y, aunque la pelea fue competida, no creo que la revancha fuera necesaria: el boxeo no se merece a gente como Lomachenko. Ningún boxeador se merece un trato injusto, pero ni siquiera los mejores boxeadores de la historia están exentos de que sus peleas se juzguen mal. Pernell Whitaker fue defraudado contra Julio César Chávez cuando debería haberle infligido su primera derrota; también lo fue Roy Jones Jr cuando fue descalificado contra Montell Griffin, cuando era el boxeador más intocable de la historia. El momento culminante de Lomachenko debería haber llegado a los 35 años, cuando ganó el título indiscutible del peso ligero y se marchó a descansar. A los grandes boxeadores se les roba el momento de culminar sus carreras. Se deben a sí mismos marcharse y no volver jamás.
La gente olvidará que Lomachenko recibió un trato injusto, como olvidan que todos los demás boxeadores recibieron un trato injusto. Una revancha entre ellos sería más difícil para Lomachenko. He tenido su edad; cada día es un poco más viejo. Gran parte del éxito que Haney y antes Teófimo López tuvieron contra él tuvo mucho que ver con lo mucho más grandes que son que él, e incluso entonces los ataques al cuerpo de Haney eran de un solo golpe cada vez. Parte de la razón por la que fueron efectivos se debe a que es mucho más grande que Lomachenko, que no podía permitirse el lujo de mantenerse en el suelo debido a la diferencia de tamaño entre ellos.
Haney tiene muchas posibilidades de pelear en el futuro, tanto si se mantiene en las 135 libras como si sube a las 140 libras. Es un peso ligero grande, y a los 24 años es más fácil recuperarse de los duros recortes de peso - por mucho que tuviera que recortar se recuperó bien, pero eso no significa que deba seguir haciéndolo.
Como boxeador más completo que ha demostrado ser, me interesa aún más ver cómo le iría contra Shakur Stevenson y Gervonta Davis. Como campeón indiscutible, Haney debe ser considerado el número uno de la división - Lomachenko sigue entre los cinco primeros-, pero Stevenson parece el mejor de todos.
Estilísticamente, pelear entre ellos sería fascinante. Aunque Davis tiene una potencia asombrosa, Haney tiene más posibilidades contra él que Stevenson, porque Davis espera mucho e intenta que sus oponentes cometan errores antes de atacar, y Haney no comete muchos errores porque no se arriesga. Podría vencer a Davis mientras éste espera; Davis tendría que intentar pelear. Stevenson vencería a Haney, pero se vería más afectado por Davis que por Haney. Todos son boxeadores apasionantes.