Anthony Joshua logró una victoria poco convincente por decisión unánime ante Jermaine Franklin, que suscitará nuevas dudas sobre su futuro en la división de los pesos pesados.
Tras un comienzo prometedor que debería haberle dado confianza, a menudo tuvo problemas con la distancia a la que peleaban y con la velocidad de las manos y las tácticas de Franklin, que, si se hubieran complementado con una mejor pegada, podrían haberle dado una velada aún más difícil que terminó con una puntuación de 118-111 y dos más de 117-111.
Peleando por primera vez bajo las órdenes de su nuevo entrenador, Derrick James, Joshua pareció inferior al púgil que había impresionado, pese a perder, en el segundo de sus dos combates con Oleksandr Usyk, y en gran medida incapaz de competir con Tyson Fury y Deontay Wilder como se espera que pueda hacerlo todavía.
Fue un reflejo de la dañada reputación de Joshua tras sus sucesivas derrotas ante Usyk que peleara con Franklin, recientemente considerado desafortunado por haber perdido por decisión mayoritaria ante Dillian Whyte en el mismo escenario, en el O2 Arena de Londres, un recinto que se le había quedado pequeño durante los siete años anteriores.
En lugar de sentirse cómodo peleando de nuevo donde había debutado profesionalmente, ganado los títulos británico y de la Federación Internacional de Boxeo (FIB) de los pesos pesados y hecho su primera defensa del título mundial, la presión que pesaba sobre sus hombros tras unas derrotas que habían arrojado una sombra excesivamente grande sobre sus buenos logros hizo que a menudo pareciera inquieto y tenso.
Su jab había sido preciso y potente a lo largo de los dos primeros asaltos, pero en el segundo empezó a sangrar por la nariz, y también recibió un fuerte derechazo.
Si la sangre que le salía de la nariz le distrajo y le dificultó la respiración, esa derecha también representó el inicio del éxito de Franklin a la hora de cronometrar y leer a menudo a su condecorado oponente.
La distancia a la que pelearon -no muy diferente a la de su primera derrota, ante Andy Ruiz Jr- fue innecesariamente arriesgada para un púgil con ventajas en altura y alcance, pero se debió no sólo a la táctica más convincente de Franklin, sino a su mejor condición, más delgado, y a sus mejores pies.
En un combate que Joshua quizá esperaba más fácil, en ocasiones se mostró dubitativo a la hora de lanzar, y se quedó corto con un gancho de izquierda que intentó forzar. El hecho de que intercambiaran palabras al final de la campana de apertura ya había dejado entrever un descontento en Joshua, que probablemente no se habría visto favorecido en las ocasiones en que Franklin le sacó la lengua.
Con unos jabs y luego una derecha recta al comienzo del octavo, pareció restablecer el ritmo, pero hubo que esperar hasta el décimo para que volviera a golpear con consistencia y cobrara algo del ímpetu que le había faltado.
Cuando en el undécimo golpeó con autoridad, fue castigado con una combinación de izquierda y derecha. En el duodécimo, cuando Franklin se había cansado más que Joshua, parecía más fresco y volvió a convencer con su jab. Para entonces, sin embargo, ya sabía que no había ofrecido la actuación y la declaración que necesitaba, y aunque también sabía que obtendría la decisión de los jueces, su insatisfacción se desbordó tras la campana final con un prolongado y agresivo intercambio con Franklin que obligó a separarlos.
En la cartelera de Londres, Campbell Hatton, el hijo de Ricky, detuvo a Louis Fielding en un asalto, con un golpe al cuerpo, y Galal Yafai al mexicano Moisés Calleros en cuatro. Ambos, sin duda, mejoraron sus reputaciones de una forma que Joshua no consiguió.