Wilfred Benítez definió todo lo que amo y todo lo que odio del boxeo.
Cuando empecé a interesarme por este deporte, era mi boxeador favorito y al que más me refería con mis colegas. "Mira a este tío, Benítez".
En el 1979 llegué a pensar que iba a ganar a Ray Leonard. Aquella noche se enfrentaron dos de los mejores boxeadores de todos los tiempos en la mejor partida de ajedrez del boxeo. En aquellos días era todo lo bonito del boxeo; es una de las razones por las que me enamoré por primera vez de este deporte.
Demostró que era capaz de enfrentarse a Tommy Hearns, un enorme peso welter, y venció a Roberto Durán con facilidad. Sólo tenía 17 años cuando venció a Antonio Cervantes en 15 asaltos. Era tan elegante; incluso había esa sonrisa que aparecía a veces en su rostro cuando peleaba que hacía que pareciera cualquier cosa menos un boxeador, pero era uno de los mejores.
El nocaut a Maurice Hope en el 1981 es uno de los mejores nocauts de un solo golpe que hemos visto. Cuando jugábamos con los niños en el gimnasio de Montreal, solíamos imitar la forma en que levantaba la cabeza con arrogancia cuando asestaba ese golpe, y la sonrisa que tenía en la cara, sabiendo que acababa de asestar el golpe perfecto. "Soy el mejor". Ni siquiera se molestó en lanzar la otra mano; sabía que cuando su derecha aterrizara se había acabado.
La pelea con Leonard está entre mis favoritas. Esa mirada cuando se encontraron en el centro del ring; sus actuaciones. No estoy seguro de que hayamos vuelto a ver una destreza táctica semejante en boxeadores de tan alto nivel. Incluso después de que Leonard hiriera a Benítez, se resistió a saltar sobre él: no creía que le hubiera hecho suficiente daño. La parada del árbitro Carlos Padilla, a seis segundos del 15º y último asalto, fue una farsa, una de las peores que hemos visto.
Sencillamente, Benítez lo tenía todo. Era de dominio público que estaba tan dotado, tenía tanto talento, que ni siquiera sentía la necesidad de entrenarse adecuadamente. La leyenda dice que antes de pelear con Leonard sólo entrenó dos semanas, y quizá nunca sepamos la verdad, pero es ampliamente aceptado que carecía de dedicación y que disfrutaba de su vida fuera del
del ring.
Si se hubiera dedicado como lo hizo en su día "Sugar" Ray Robinson, incluso podría ser considerado el segundo mejor boxeador de todos los tiempos después de Robinson. A la edad de 17 años, venció a un campeón de probada valía para ganar su primer título mundial de peso superligero, y luego ganó otros títulos de peso welter y peso semipesado a los veinte años. Venció a Duran y perdió por poco ante Leonard y Hearns. Si hubiera peleado con Marvin Hagler, su estilo le habría dado problemas. Puede que la ventaja de Hagler en cuanto a tamaño se notara, pero no habría detenido a Benítez si hubieran peleado cuando Benítez estaba en su mejor momento.
Estuve presente en Montreal en 1986 cuando perdió contra Matthew Hilton, y quedé destrozado por lo que vi. Fue repugnante ver cómo Hilton le destrozaba con un nocaut tan cruel cuando "El Radar" era un cascarón de lo que había sido.
A veces los boxeadores aceptan peleas que les han desaconsejado, incluso he trabajado con algunos. Pero la forma en que Benítez fue explotado por los que le rodeaban hacia el final de su carrera fue repugnante. Incluso se ha sugerido que su padre, Gregorio padre, estaba entre ellos.
El estado actual de Benítez, que padece demencia pugilística, le ha convertido en algo que odio del boxeo. Tiene que ser cuidado por su hermana Yvonne.
John Scully, ex aspirante al título de los pesos semipesados y uno de mis mejores amigos, suele enviar dinero a Yvonne para que le ayude con sus cuidados porque a Benítez no le queda nada, lo que me rompe el corazón. El boxeo le hizo eso.
De ninguna manera debería haber participado en tantas de las 15 peleas que vinieron después de que perdiera contra Hearns. Creo que John incluso ha ido a verle, y lo que habló de ver no fue nada bueno.
Benítez definió todo lo que amo, y todo lo que odio, del boxeo.
Russ Anber es el fundador y director ejecutivo de Rival Boxing, además de un entrenador muy respetado (tanto de profesionales como de aficionados), propietario de un gimnasio, cortador, empresario, locutor y uno de los mejores envolvedores de manos del mundo del boxeo. Vasiliy Lomachenko, Oleksandr Usyk, Artur Beterbiev y Callum Smith son algunos de los boxeadores con los que trabaja Russ.