Fabio Wardley revalidó sus títulos británico y de la Mancomunidad Británica de Pesos Pesados tras empatar a 12 asaltos con Frazer Clarke en el O2 Arena de Londres.
Tras derribar a su rival al final del quinto asalto y ver cómo le descontaban un punto por un golpe bajo en el séptimo, Wardley parecía encaminado hacia su mayor victoria.
En cambio, Clarke, de 32 años, peleó admirablemente y hasta tal punto que quizá mereció la decisión, como dejaron entrever las puntuaciones de los jueces: 114-113 para Wardley, 115-112 para Clarke y 113-113.
El medallista de bronce olímpico estuvo impresionante durante los primeros asaltos, en los que, a pesar de la mayor experiencia de Wardley como profesional, a menudo le hizo parecer salvaje y crudo. Había más variedad y reflexión en la producción de Clarke, como demostró con derechas a la cabeza y al cuerpo y, gradualmente de forma más consistente, con su jab.
Intercambiaron golpes de forma competitiva en el segundo, y cuando Clarke volvió a aterrizar al cuerpo, Wardley, de 29 años, le castigó con un derechazo a la cabeza. Wardley resultó herido por un derechazo; Clarke se marcó bajo el ojo derecho y volvió a herir a Wardley con un uppercut de derecha antes de ver cómo se balanceaba y se quedaba corto con un derechazo.
Siguieron otros derechazos de ambos boxeadores en el tercero, pero cuando Wardley intentó avanzar absorbió un uppercut y empezó a sangrar por la nariz. Si Wardley se volvía temerario amenazaba con triunfar; si no lo hacía, el ritmo al que peleaban lo marcaba el jab de Clarke.
Cuando el campeón aterrizó con una mano derecha en el cuarto, volvieron a intercambiar golpes competitivos. Wardley, que nunca antes había superado los siete asaltos, ya mostraba signos de fatiga en el quinto, pero cuando atrapó a Clarke hacia las cuerdas volvió a soltar las manos, y al alcanzarlo con una derecha salvaje atrapó a Clarke y lo derribó.
Clarke cumplió la cuenta de ocho del árbitro Steve Gray y entonces se sintió aliviado al oír la campana que incluso pudo reflejar que le había salvado. La percepción de que era el no favorito debido a la veteranía de Wardley puso en peligro su alentador comienzo, y sus esperanzas se redujeron aún más cuando, tras un competido sexto asalto, se le descontó un punto al recurrir a un golpe bajo debido a sus forcejeos.
La temeridad de Wardley, y su determinación de forzar la parada, eran cada vez más efectivas, pero se había vuelto irregular y empezaba a bajar el ritmo. Clarke siguió siendo competitivo y continuó golpeándole con tal consistencia que su nariz sangraba cada vez más, hasta el punto de que en el décimo combate Gray exigió al médico que examinara el alcance de los daños.
Es posible que boxeadores de menor categoría, y quizá médicos más sabios, se hubieran conformado con que el combate terminara en ese momento, pero Wardley, consciente de que iba camino de una victoria por la mínima, siguió peleando con determinación.
Los equipos de ambos boxeadores -incluido el de Dillian Whyte, que trabaja con Wardley- abandonaron sus asientos junto al ring en varios momentos para protestar contra Gray e intentar influir en su boxeador, pero el jab de Clarke volvió a influir hasta la campana final, y hasta el punto de que puede considerarse desafortunado, tras haber realizado su mejor actuación, por no haber ganado un combate tan entretenido.