El comienzo de la semana de la pelea entre Saúl "Canelo" Álvarez y John Ryder demostró hasta qué punto, y no es que fuera del todo inesperado, Ryder es visto como poco más que una pareja de baile del todopoderoso Álvarez entre los de Guadalajara.
La rueda de prensa, celebrada en el Hotel Riu, de aspecto corporativo, estuvo precedida por sendos "encuentros" de ambos boxeadores con los medios de comunicación. Ryder, acompañado por el francamente citable Eddie Hearn y su entrenador Tony Sims, estuvo acompañado por poco más de un puñado de los presentes, la mitad de los cuales formaban parte del contingente británico. El resto eran mexicanos, lo que significa que ninguno de los medios de comunicación estadounidenses que ya estaban en la ciudad para cubrir el combate del sábado se molestó en dedicar tiempo a Ryder.
Tal vez inevitablemente, Álvarez contó con un número considerablemente mayor de asistentes, debido a la presencia de más mexicanos y estadounidenses. Hasta qué punto el interés por Álvarez -y, de hecho, el elemento mexicano de su primera pelea fuera de Estados Unidos desde noviembre del 2011 y primera en Guadalajara desde aquel junio- está influyendo en los últimos días antes de la pelea del sábado quedó demostrado entonces por el hecho de que las preguntas que se le hicieron al boxeador de más alto perfil y más vendible del mundo, y que por lo tanto respondió, en español, no fueron traducidas.
Normalmente, el deseo de promocionar y vender películas de PPV implica que se haga todo lo posible para que todo el público posible esté al tanto del combate en cuestión. Sin embargo, en Guadalajara en 2023, la única audiencia a la que se da prioridad es la que sabe hablar español, y quizá sea lo más apropiado, dado el carácter de "regreso a casa" de la ocasión.
Se han hecho comparaciones entre la pelea del sábado y la celebrada 20 años antes en el Estadio Azteca de México entre el provocador estadounidense Thomas Haugen y el gran Julio César Chávez. Sin embargo, donde Haugen había insultado tanto a Chávez como al pueblo mexicano, Ryder y quienes le rodean están llenos de respeto. Ryder no ha intentado ni una sola vez, de forma audible, desquiciar al campeón indiscutible del peso supermedio, y su entrenador, Tony Sims, se mostró igualmente cortés en la rueda de prensa, en la que habló en inglés e hizo una pausa para que le tradujeran al español, y comenzó agradeciendo a los presentes la acogida que les habían dispensado y resaltando su respeto por la comunidad mexicana de luchadores al decir, entre otras cosas: "Venimos de Londres; de orígenes humildes". El hecho de que Hearn empezara diciendo: "Anoche me estaba cortando el pelo en Guadalajara y me dijeron: 'Bienvenido a casa'", sugiere que no iba a adoptar el mismo enfoque.
Hearn, tan decisivo en la organización del combate del sábado y en las carreras de ambos boxeadores, debería haberse sentado en la mesa de honor. No se puede decir lo mismo de Mauricio Sulaimán, el presidente del cada vez más lamentable WBC, que no sólo insistió en hablar, sino en promocionar el último cinturón sin sentido de la WBC.
Poco después de que concluyeran las presentaciones, cesaron los intentos de traducir al inglés a los que hablaban español para una rueda de prensa que se retransmitía por televisión. Cuando los boxeadores se enfrentaron, la ventaja de Ryder en tamaño fue inesperadamente pronunciada.
Entre los presentes en todo momento se encontraba nada menos que Conor Benn, quien, en medio de la disposición de Hearn a hablar de que podría pelear el 17 de junio en Estados Unidos, apoyaba a su amigo y compañero de cuadra y seguía siendo relevante. Hearn espera anunciar los detalles de esa promoción de forma inminente.